Cuando hablamos de cambio organizacional, solemos hacer referencia al crecimiento de una empresa, a la adaptación constante al entorno, a la implementación forzosa de nuevas formas de trabajo, que nos empujan a adaptarnos a contextos que a veces nos sorprenden, nos incomodan, nos disgustan, nos mueven de nuestro cómodo y conocido lugar.
Si hacemos cambios progresivos, o pequeñas variaciones, la flexibilidad resulta mayor. Si nos va mal, podemos volver para atrás, a las viejas formas, ya que no se trastornan patrones pasados, ni la base de estructuras y procesos, por ser una extensión de lo previo. Lo llamativo es que, cuando nadamos en estas aguas de lo progresivo, sentimos que tenemos el control sobre la marcha.
Ahora bien, si la voluntad es surfear olas grandes, hablamos de cambio organizacional de fondo. Este cambio, tiene un alcance mucho mayor, es irreversible y rompe con el pasado. Ya nada vuelve a ser lo mismo que era antes.
CAMBIO PROFUNDO. NADA VUELVE A SER COMO ERA ANTES. AMBAS FRASES SUENAN FAMILIARES EN ESTOS ÚLTIMOS MESES ESPECIALMENTE.
Este fuerte cambios, drástico, distorsiona los patrones de acción actuales, y sin dudas, implica correr riesgos. Se toman decisiones trascendentales, de alto impacto. Significa ceder el control. Por tanto, resultaría natural para cada uno de nosotros, por lo menos al principio, negar que haya necesidad alguna de cambio.
También significa aceptar los límites de la planificación de tal cambio. Buscamos el camino, como si nos moviéramos dentro de un laberinto. Nos adentramos en un mundo que no conocíamos al momento, todo es nuevo, todo representa una gran incertidumbre, nos da miedo.
GENERANDO CONCIENCIA DE LO QUE QUE SOMOS HOY, PARA ADENTRARNOS EN UN PROCESO HONESTO Y COMPROMETIDO DE CAMBIO.
Entender qué se necesita hacer, tener la voluntad de mejorar, diagnosticar al evaluar, plantear alternativas de cambio y tener la valentía para enfrentar el desafío de cambiar para ser mejor y crecer como compañía, es el gran valor agregado que se le puede dar al negocio desde el momento en que la organización decide comenzar un profundo y exigente trabajo de cambio.
Clientes satisfechos que reiteran sus compras, miden la calidad de los productos; encuestas de calidad con resultados óptimos, miden la excelencia de los servicios; balances anuales que arrojan resultados financieros ideales, miden la excelencia a la hora de hablar de números y ganancias.
El líder de una compañía puede ser consciente de todo esto, pero debe decidir dar un paso más allá de lo tangible, de lo visible. Debe poder ocuparse de su gente, principal capital y fuerza de trabajo, generadora y facilitadora de resultados.
La motivación de las personas está directamente relacionada con su satisfacción y productividad. Y para lograr motivar a un equipo de trabajo, ya sean directivos, supervisores, jefes, líderes, equipos administrativos u operativos, es preciso conocer a fondo sus necesidades y expectativas más profundas, sus inquietudes, preocupaciones, opiniones y pensamientos, en definitiva: qué piensan de la organización sus propios colaboradores y cómo se sienten transitando su camino profesional en la organización.
Anteriormente, trabajar en un ambiente agradable y estimulante de trabajo era una cuestión de suerte. Las tareas eran repetitivas tanto en ambientes corporativos como fabriles, y solo se perseguía la consecución de directivas, buscando “hacer lo que se pedía que se hiciera”.
Hoy, la realidad, las circunstancias y el contexto son completamente diferentes. Se pretende que un colaborador exprese lo que siente, se involucre a fondo, se responsabilice, sea un gran aliado para el negocio, se sienta parte de la organización y se convierta en un socio estratégico. Las empresas necesitan profesionales cada vez más comprometidos. Hay que hacerlos sentir “parte del todo”. Las personas, primero.
Todo líder de una organización humanamente responsable debe hacer que esto suceda. Es imprescindible asumir el desafío de transformar el modo de conducción, de construcción de redes para co-crear espacios de integración y cooperación activa. Y así, fomentar ambientes de trabajo más creativos, ricos y motivantes. No conocí al momento, un solo líder que no desee que la gente haga fila para ser parte de su empresa.
Los invito hoy a pensar y reflexionar. Replantearse, preguntarse y buscar el cambio son indicadores positivos de un profesional responsable que pretende, por sobre todas las cosas, ser fiel facilitador de su gente y acompañar a las organizaciones en la consecución de sus objetivos más genuinos.
5 claves para quienes estén pensando en adentrarse en un proceso de cambio.
- Asegúrese de contar con la intención de cambio de parte de todos los involucrados en este tipo de actividad. Busque respaldo y complicidad. Todos deben estar alineados y tener la voluntad de mejorar a través de este análisis.
- Cuente con las facilidades necesarias, disponibilidad de agendas de los participantes del proceso, espacios acordes para llevar a cabo las reuniones, encuentros, actividades.
- Mantenga a los intervinientes informados de las novedades, avances, próximos eventos relacionados con el proceso.
- Mantenga la confidencialidad durante todas las instancias.
- No baje los brazos ni se canse antes de empezar a ver los primeros resultados. Un trabajo como este implica tiempo, paciencia, perseverancia, pero por sobre todas las cosas, convicción y deseo de logro.
¡Animo! No gana quien no intenta.
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